NOMOS Glashütte







Situada al pie de la cordillera Erzgebirge, al sud del Estado alemán de Sajonia, la modesta ciudad de Glashütte fue el escenario de un verdadero milagro económico a mediados del siglo XIX, cuando el relojero Ferdinand Adolph Lange se trasladó ahí desde Dresde para fundar una manufactura relojera.


En pocos años, una ciudad empobrecida por el agotamiento de las minas de plata, hierro y cobre, que durante siglos habían sido la principal fuente de ingresos de la región –Erzgebirge se puede traducir como “montes metálicos”– vio florecer una industria capaz de dar trabajo a buena parte de la población y de atraer a inversores y a profesionales de todo el Estado.

Desde entonces, Glashütte es la indiscutible capital de la relojería sajona –y, por extensión, alemana–, tanto por la cantidad de manufacturas que acoge como por la calidad y la personalidad de sus guardatiempos.






Izquierda: Imagen de los relojeros en la Manufactura de Glashütte. Derecha: Ronald Schwertner, fundador de Nomos Glashütte.




Si 1845, el año de la llegada de Ferdinand A. Lange a Glashütte, señala el nacimiento de la industria relojera en esta ciudad sajona, 1990 es, en opinión de muchos, el año de su renacimiento. Desde 1951, toda la producción relojera de Glashütte estaba en manos de un conglomerado público denominado VEB Glashütter Uhrenbetriebe, surgido de la fusión de todas las firmas relojeras de la ciudad. La falta de competencia interna, junto con una visión mucho más utilitaria del producto, habían restado competitividad a la industria de la ciudad, que había dejado de ser una referencia europea.

La desaparición de la RDA y la posterior reunificación alemana, sin embargo, abrieron el camino a la recuperación de alguna firma histórica de la ciudad, así como a la creación de nuevas marcas, dispuestas a recuperar la mejor tradición relojera sajona. Una de ellas fue Nomos Glashütte, que vio la luz en 1990.

Curiosamente, su fundador, Ronald Schwertner, no era sajón ni tenía ninguna relación previa con el mundo de la relojería. Nacido en Düsseldorf en 1953, este amante de la fotografía y experto informático se caracterizaba, principalmente, por tener un gran instinto para los negocios. Significativamente, una de las primeras cosas que hizo antes de fundar la compañía relojera que tenía en mente fue adquirir los nombres de distintas marcas que habían vivido su momento de gloria en otra época. Finalmente, el elegido fue “Nomos” –“ley” en griego–, que había pertenecido a una firma de fugaz recorrido a principios del siglo XX.







Tres de los cuatro modelos de la primera colección, lanzada en el año 1991: de izquierda a derecha, los modelos Tetra, Ludwig y Tangente.


Primera colección

A diferencia de otras firmas de Glashütte que recuperaron la actividad en ese mismo periodo, Nomos empezaba completamente de cero, sin el importante bagaje histórico de sus competidores. Quizás por ello, la diseñadora Susanne Gunther buscó la inspiración en una de las instituciones artísticas y técnicas más influentes del siglo XX, la célebre escuela Bauhaus, que había destacado, sobre todo, por su enfoque científico y racionalista del diseño y la arquitectura.

En 1991, Nomos lanzó su primera colección. Sus cuatro modelos –Orion, Ludwig, Tetra y Tangente–, eran todo un ejemplo de funcionalismo aplicado a la relojería: líneas puras, diseños limpios y la total ausencia de elementos meramente decorativos que pudieran entorpecer la lectura horaria. De corte extremadamente clásico, las esferas de estos cuatro modelos compartían la misma estructura: una minutería formada por simples índices rectos y una escala horaria por donde circulaban dos agujas doradas, también tipo bastón. La del Orion era la más minimalista, con índices horarios de bastón en aplique, mientras que las del resto de modelos alternaban unos finos índices –en este caso, en calco negro– y numerales. En el caso de los modelos Tetra y Tangente, se trataba de numerales arábigos de estética retro, mientras que el Ludwig lucía unos clásicos y elegantes números romanos. En cuanto a las cajas, elaboradas todas ellas en acero, las del Orion, el Ludwig y el Tangente presentaban una forma perfectamente redonda, con la carrura plana, un bisel fino y unas asas largas y estilizadas, y tenían un diámetro de 35 mm, mientras que la del Tetra lucía una forma cuadrada que le confería –junto al diseño de las asas– un cierto aire Art Déco, y tenía un más que contenido diámetro de 29,5 mm.

Aunque el público recibió la primera colección de la marca con los brazos abiertos, los primeros pasos de Nomos en el mercado no estuvieron exentos de complicaciones, como la investigación del Centro Alemán por la Protección contra la Competencia Desleal por el uso del nombre “Nomos Glashütte”, que obligó a Schwertner a demostrar que más de la mitad de los componentes estaban elaborados en la ciudad sajona.











Lenta evolución

Durante años, la colección de Nomos estuvo formada exclusivamente por los cuatro modelos fundacionales, sin apenas modificaciones estéticas. Las novedades se concentraban principalmente en su interior, donde el movimiento –el fiable calibre 7001 de ETA/Peseux– se iba personalizando cada vez más para dar un toque de exclusividad a las piezas y acercarlas a los estándares estéticos de la relojería de Glashütte: elementos como los acabados de rayos de sol del barrilete o las franjas decorativas de los puentes servían para disimular la fabricación suiza de los “ébauches”. De hecho, el calibre utilizado (que desde 1997 no lucía el nombre “ETA” por petición expresa de la casa suiza) continuó evolucionando cada vez más, y en 2002 incorporó una platina perlada y un puente del volante decorados en las instalaciones de Nomos. Este calibre, denominado “Nomos 1 T”, sustituía el sistema de regulación del 7001 por uno de Triovis (de aquí la “T” del nombre). La conversión del 7001 hacia un calibre de Glashütte continuaría con el Nomos 1 TSP, que introducía la icónica platina de tres cuartos tan propia de la relojería sajona.

La paulatina transformación del 7001 en un calibre con indiscutibles aires de Glashütte no ocultaba el verdadero objetivo de Nomos: ser capaz de desarrollar y fabricar sus propios calibres, con todas las características técnicas y estéticas propias de la relojería elaborada en la región.

Los años de discreto trabajo entre bastidores dieron su fruto en 2005, cuando la firma pudo presentar en sociedad sus primeros movimientos de manufactura: el calibre Alpha, de carga manual, y el calibre Epsilon, de carga automática. La introducción de este segundo calibre, además, supuso el nacimiento de la línea Tangomat, una versión automática del Tangente con un diámetro –38,3 mm– ligeramente superior al del modelo original.

Para consolidar su proceso de verticalización industrial, en marzo de 2005 Nomos se mudó a su nueva manufactura, situada nada menos que en la antigua estación de ferrocarril de Glashütte, que había quedado en desuso. El viejo y oscuro edificio de 1937 fue reconvertido por el arquitecto Klaus Schmitt en un elegante y luminoso centro productivo y logístico de 1.200 metros cuadrados, equipado con maquinaria de última generación.





En 2007, Nomos Glashütte presentó la línea Club, el primer modelo con un diseño completamente nuevo de la firma sajona desde el lanzamiento de las cuatro líneas fundacionales 18 años antes. Como principal característica, presentaba un bisel más grueso que el de los modelos precedentes y unas asas de diseño más clásico. Su esfera volvía a combinar índices y numerales, pero con una tipografía mucho más contemporánea.

Desde ese momento, las nuevas colecciones se sucederían con mayor frecuencia de como lo habían hecho en los primeros años de historia de la marca. Dos años después de la línea Club, la firma sajona presentaba el modelo Zürich, dotado de una caja significativamente más compleja –especialmente según los parámetros de Nomos– y de una esfera clásica y elegante que recordaba mucho a la del Orion. El nombre de esta nueva línea era un homenaje a su diseñador, Hannes Wettstein (fallecido de cáncer poco antes de su lanzamiento), quien tenía sus oficinas en la ciudad suiza.

Más variedad

Si algo caracterizaba a todos los modelos de Nomos desde sus primeras colecciones era la sencillez extrema –casi minimalista– de sus diseños, y especialmente de sus esferas, creadas para ofrecer una lectura rápida, fácil e inequívoca de la información. Sin duda, esta filosofía había influido a la hora de incorporar nuevas complicaciones a la colección. Poco después de los calibres Alpha y Epsilon, la firma había lanzado dos movimientos ligeramente más complejos: el calibre Beta, con indicación de fecha, y el calibre Gamma, con indicación de la reserva de marcha.

En 2010, sin embargo, la casa sajona dio un paso adelante con el lanzamiento del Zürich Worldtimer, un modelo automático con funciones de fecha y horas del mundo que representaba todo un reto para los diseñadores de la casa. Sin dejar de lado los principios estéticos y filosóficos de la marca, optaron por una esfera significativamente más compleja, estructurada en distintos niveles y con una curiosa indicación de fecha por disco.









Si el Zurich Worldtimer representaba una pequeña revolución conceptual para Nomos Glashütte, tres años más tarde la firma demostró que verdaderamente había ampliado sus miras con la presentación del modelo Ahoi, descrito por la propia marca como un reloj para los aficionados a los deportes (o a los deportes acuáticos, a juzgar por sus 200 metros de hermeticidad). Formalmente, este nuevo reloj era claramente deudor del clásico Tangente, pero la presencia de unos protectores de la corona –algo inédito en los relojes de la marca– denotaban su carácter más deportivo.

En 2013, Nomos presentó dos nuevos modelos, el Lux y el Lambda, que por primera vez estaban disponibles con caja de oro. Creados por los diseñadores Simon Husslein y Axel Kufus, ambos relojes encajaban perfectamente en los preceptos estéticos de la casa de Glashütte, pero no estaban exentos de elementos novedosos. El Lux se distinguía principalmente por su caja de tipo “tonneau”, con un fino bisel redondeado y unas asas “de alambre”, mientras que el Lambda, que contaba con una clásica caja redonda –de nuevo con unas largas y estilizadas asas–, destacaba más por el diseño de su esfera, dominada por un indicador que daba fe de las 84 horas de reserva de marcha del calibre.

Ambos modelos estaban equipados con la nueva generación de calibres de la marca, bautizados con el acrónimo DUW (“Deutsche Uhrenwerke”) para resaltar aún más la capacidad de la casa sajona de elaborar sus propios movimientos. Esta capacidad aumentó aún más al año siguiente, cuando Nomos introdujo su propio sistema de escape, diseñado conjuntamente con la Universidad Técnica de Dresde y fabricado en la manufactura de Glashütte. Con la presentación del Nomos Swing, Nomos Glashütte se convertía en una de las pocas firmas relojeras capaces de fabricar íntegramente sus movimientos.

El órgano regulador Nomos Swing se estrenó ese mismo año en un nuevo modelo denominado Metro, cuya caja redonda, con la carrura plana, recuperaba las asas “de alambre” utilizadas en el Lux. Ganador de múltiples premios de diseño, el reloj presentaba una esfera de nuevo minimalista, con índices horarios de punto –más grandes, los relativos a las horas cardinales– y unas agujas centrales inspiradas en el Empire State Building, disponible en varios colores.








El Autobahn, modelo creado por el reputado diseñador Werner Aisslinger, y lanzado al mercado en el año 2018.

En 2015, la casa sajona lanzó otro modelo con caja redonda, el Minimatik, caracterizado por su discreto diámetro de 35,5 mm y por un uso del color –tanto en las agujas como en la minutería– que confería a la esfera una imagen fresca y desenfadada.

Más desenfadado aún era el modelo Autobahn, de 2018, creado por el reputado diseñador Werner Aisslinger. Por primera vez en su historia, la firma de Glashütte presentaba un modelo inspirado en el mundo del automovilismo. Un arco segmentado de 240 grados, pintado con material luminiscente hacía la función de escala horaria (complementada por unos numerales arábigos), a la vez que recordaba vagamente a los cuadros de mando analógicos de los viejos vehículos deportivos. Ese mismo año, Nomos lanzó el Tangente Neomatik 41 Update, una nueva versión de su modelo más icónico –con calibre automático– que incorporaba un sistema de indicación circular de la fecha totalmente revolucionario: los 31 numerales de la fecha, situados en el anillo exterior de la esfera, estaban separados por unas aberturas en troquel. Las dos que flanqueaban el numeral relativo al día en curso aparecieran coloreadas gracias a un disco giratorio situado bajo la esfera, parcialmente recubierto de pintura luminiscente.

Actualmente, Nomos Glashütte es una de las compañías relojeras más importantes de Alemania y, de hecho, es la que más relojes mecánicos produce cada año. Con un pie en Glashütte, donde nació hace poco más de tres décadas, y otro en Berlín, donde actualmente se encuentra tanto su estudio de diseño como las oficinas de marketing y comunicación, la joven firma germana sigue siendo fiel a los principios estéticos de la escuela Bauhaus, pero también ha sabido adaptarse a los gustos y las necesidades del consumidor actual. Por ello, no cabe duda de que Nomos continuará regalando a los amantes de la relojería más minimalista guardatiempos de una calidad excepcional, dignos de la mejor tradición de Glashütte.

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